Estos meses han sido pura prueba de sobrevivencia. Sobreviví como he sobrevivido a los malos amores, a las historias que debían tener final feliz y a los cuentos de hadas.
Estoy bien. Sí. Si por estar bien queremos decir andando, viajando, bebiendo, comiendo, vistiendo y probándome que mi historia no acaba aquí.
Esa es la lección más importante -y me la dio El Bebé Tortugo cuando dijo «Se acabó la era de papá. Como la de los dinosaurios. Papá se extinguió».
Así de simple, plano y llano.
Papá, El Conejito Latino Tropical no se murió, no nos abandonó, no se fue. Simplemente se extinguió. Se acabó su era, su época y como todo ciclo, cerró con un meteorito cayendo, con un estrepitoso movimiento telúrico. Destruyendo lo que había, dejándonos mudos y solos. Nuestra historia juntos terminó de contarse. Y se contó bien. Amorosamente bien.
Acabó de contarse en este blog que lo vió llegar, instalarse quedito como la humedad y quedarse con esa famosa frase de «hasta que la muerte nos separe». Pues bien, nos separó. Han pasado seis meses. De silencio. De reconstrucción. De hacer espacio a una nueva historia. Y yo cierro el capítulo. Ese enorme y significativo capítulo que me convirtió en una Conejita distinta de la de antes y que me deja lista para la de hoy.
Se acabó esa historia pero no mi historia. Porque soy, sin duda alguna, mucho más que los Conejitos y Conejitas que han formado parte de mi historia. Soy el resultado de todos estos encuentros y de los que están por venir.
Aquí sigo pues. Reinventándome. Seis meses después del fin de la era. Quitando el polvo que me dejaron los escombros y con el sol de frente, lista, una vez más para lo que está por venir.