TENGO MIEDO

En pocas palabras nos lo dijo: los hijos vienen a acabar con tu matrimoino. Ennumeró la historia de decenas de sus conocidas, con los mismos niños llorando por las noches, los mismos maridos trabajando hasta tarde y las mismas señoras dándose permiso de ver con aleteo de pestañas al maestro de yoga.
Mientras la escuchaba contarme su propia versión del mismo cuento, en el teléfono llegaba la foto de la pequeñita Violeta, acabadita de nacer.
Su mamá, la Conejita Aguerrida la sostenía con las manitas y los ojos cerrados, mientras que su papá lucía esa bata verde horrenda y una mirada de estúpido enamorado. Sus vidas, su matrimonio ese divertido y campechano y su historia amorosísima acababa de cambiar. No sé en qué dirección y cruzo los deditos por ellos.
Entonces me vino a la cabeza que dos días antes me había hecho la prueba de ovulación. Ese palito blanco que tiene que pintarse de dos rayitas rosas para indicarme que «estoy en mi punto». Que me toca empiernamiento llueve truene o relampaguee. Y que estoy convencida que quiero tener uno de esos chiquitos semi inofensivos en mis brazos.
Alguien que me diga que no siempre es así, aunque lo sea.

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