Si yo tuviera diez años menos, ya habría caído en tu estrategia… suelo decirle.
Es el Conejo Bello y Peligroso. Y lo digo de cierto, tiene ese irresistible encanto de los chicos que van dejando que la vida les pase encima sin darse por enterados. Tranquilo, sin vueltas ni recovecos. Que se levantan por la mañana sin dejar promesas. Uno de esos que me daban esa sensación de irremediable tranquilidad a la hora de cerrar la puerta.
DistinTo a mi target, cierto. Yo me la pasé enredada con Conejos densos, atormentados y, en pocas palabras, unos cabrones.
Pero lo miro y sonrío. Me gusta su pelo inquieto, su figura alargada, el espacio pequeñito de piel blanca que se asoma a veces entre el final de su suéter y el inicio de su pantalón, su juego entre tímido y discreto, su acentito ese con el que me cuenta historias y la sonrisa abierta cuando me mira. Sobre todo esa.
A veces me provoca, a veces me contengo.