El mensaje fue muy corto. Tres palabras a lo mucho. No pensé mucho antes de enviarlo. En realidad, si lo hubiera pensado tan sólo un poquito no lo hubiera mandado. Pero lo hice así, como hago estas cosas que hago. Vamos, ya ni siquiera sé bien qué tecleé, pero terminaba con un «Felicidades».
No esperaba una respuesta. Sin embargo, llegó. «Gracias por el pensamiento» se leía en la pantalla.
En el día de su boda, no es menos lo que le deseo.